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"...No hace falta ocuparse de la enfermedad, porque es inútil, ya que es
variable, y está siempre ahí. Hace falta crear en el cuerpo humano el medio en
el cual esta no incube". George
Oshawa.
La Macrobiótica es una forma de comer y de vivir. El término
procede del griego y significa ‘grande (macros) vida (bio)’. En síntesis, se
trata de una técnica que busca alargar la vida por medio de una
alimentación que se sustenta en los productos naturales. Esto es, en
aquellos que han sido cultivados en tierras fertilizadas con abonos naturales,
sin la utilización de pesticidas.
“La filosofía macrobiótica ofrece una forma de vida que tapa el gran
abismo existente entre los humanos y el mundo natural”, señala
Michio Kushi, discípulo del médico y filósofo
japonés, Georges Ohsawa (1893-1966), considerado precursor del
método macrobiótico moderno.
La Macrobiótica debe considerarse una
técnica milenaria. De hecho, Hipócrates -padre de la medicina
occidental- ya empleaba este término en sus escritos para describir a las
personas longevas y sanas.
Vuelta a los orígenes
“Es la búsqueda del justo equilibrio en la alimentación natural a través
de la constancia, la confianza y la tranquilidad. Las razones para empezar a
practicarla son muchas: necesidades físicas y psicológicas de carácter general;
sensación de pesadez y embotamiento; torpeza y lentitud de reflejos..., que ya
se intuía que eran debidas a una alimentación equivocada”, relata Irma
Doria, autora del libro La cocina macrobiótica (Editorial De
Vecchi).
A través de la alimentación macrobiótica reconstruimos y purificamos
nuestra sangre devolviéndole la salud al organismo. Cuando logramos
mejorar la calidad de nuestra sangre, nuestra salud, inmunidad y bienestar se
ven fortalecidos. De esta manera los "cimientos o pilares" de
nuestra salud son sólidos, fuertes.
Los alimentos, por tanto, deben ser biológicos, esto es, cultivados según las
leyes de la ‘madre’ naturaleza y limpios asimismo de las impurezas con las que
los presenta la industria alimentaria moderna (aditivos, colorantes,
conservantes...). En la conservación se utilizarán los procedimientos clásicos:
el secado, el vacío, el frío y las fermentaciones.
La dieta macrobiótica se basa, principalmente, en la
ingesta de cereales integrales como arroz, cebada, maíz y
trigo, los cuales se pueden comer hervidos, guisados, en sopa, tartas o
croquetas. También es fundamental agregar a la dieta frutas y
verduras, y para obtener las proteínas de origen animal que el
organismo requiere, se aconseja combinar los alimentos antes citados con
carne magra (sin grasa) de vacuno, así como pollo y pescado sin
piel.
Equilibrio entre alimentos ying y yang
Clasifica a los alimentos en dos categorías: ying
(alimentos pasivos) y yang (alimentos activos). Debe existir un
equilibrio entre alimentos ying y yang para lograr la salud y
el bienestar físico y mental. Para ellos, algunos alimentos ying son: la carpa,
las almejas, la sandía, las patatas, las ciruelas, el azúcar, la miel o el ajo.
La carne de caballo, los huevos de gallina y de pato, el cerdo y el caviar son
yang. Los cereales, hortalizas y verduras ofrecen el mejor equilibrio entre el
ying y el yang. Dentro de los nutrientes, la mayoría de las vitaminas del grupo
B y la vitamina C son ying mientras que las liposolubles (A, D, E
y K) y la B6 son yang. Estas clasificaciones carecen de sentido alguno desde el
punto de vista científico.
El sistema macrobiótico consiste en una serie de diez dietas que se
numeran de -3 a +7. Las cinco primeras (-3 a +2) incluyen cantidades
decrecientes de alimentos de origen animal, son prácticamente dietas vegetarianas. Las restantes son
exclusivamente vegetarianas y contienen cantidades crecientes de granos de trigo
hasta llegar a la dieta 7 que se compone exclusivamente de granos de cereales
triturados.
Reglas fundamentales de la Dieta Macrobiótica
En la dieta macrobiótica existen algunas reglas de
obligado cumplimiento que Irma Doria recoge en su libro ‘La cocina
macrobiótica’. Su seguimiento permitirá obtener los mejores resultados
posibles:
- Eliminar el azúcar y los pasteles en general, incluidos los
caramelos.
- Prescindir de las bebidas azucaradas y de las conservadas y tratadas
químicamente.
- Eliminar el café y el té con colorantes artificiales.
- Cocinar los alimentos según las reglas macrobióticas: con
aceites vegetales naturales o con agua, y salarlos con sal marina.
- Elegir para cocinar recipientes de barro, resistentes al
fuego, acero inoxidable o recipientes esmaltados; y descartar en lo posible el
aluminio. Remover los alimentos con una cuchara de madera.
- No comer verdura o fruta fuera de su época, y evitar los
productos procedentes de países lejanos, salvo algunas excepciones. Son
preferibles los productos de la propia tierra, y aún más los de la propia
región.
- No comer fruta, verdura ni cereales cultivados con abonos
químicos o desinfectantes.
- No usar especies ni ingredientes químicos, y evitar también la sal común
refinada.
- Evitar lo máximo posible las proteínas animales y sustituirlas por las
vegetales. De entre las carnes, aunque muy limitadamente, dar preferencia a la
caza y el pescado.
La Macrobiótica contempla asimismo que cada bocado
deberá ser masticado entre treinta y cincuenta veces. Comer se
convierte en una especie de rito. “Aunque no se coma por el placer
de comer, hay que comer con placer”, señala Doria. |
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